Acuarela: Arthur William Brown. 1937. |
También en la cultura
sexual hay crisis. Fundamentalmente consiste en
la insatisfacción de algunas personas ante la saturación y el hastío por
esa rutina sexual alimentada por una hegemonía cultural obsoleta, interesada en
mantener un modelo falocrático y machista que ya no funciona. Siempre lo mismo,
en el mismo orden y en el mismo sitio, ha convertido al sexo en un acto
mecánico tan pobre que pocas veces produce la estimulación necesaria. Sin
creatividad y sin innovación, cualquier cosa, con el tiempo, deja de cautivar.
Gordon es un empresario
andaluz perverso. Muy perverso. Abrí la verja con el telemando para que pasara al
recinto de la urbanización con su coche detrás del mío. Le llevé hasta un
apartamento amplio y caliente al ritmo de la música que hacían mis espuelas de
hierro al chocar contra las baldosas. No parecía sorprendido. Cuando estuvo
dentro, se quedó quieto a la espera de acontecimientos. Madame, apareció detrás
de él de repente y con un gesto apenas perceptible le señaló el suelo. Gordon
se puso inmediatamente de rodillas besando sus mocasines de plata. Después hizo
lo mismo con mis botas de montar negras. Obediente, las besó y lamió con una
lengua grande y larga. Madame vestida con una original túnica negra con adornos
plateados, es una mujer que impresiona a primera vista. Alta, madura, sosegada,
segura, el pelo rizado azabache, con curvas de infarto, ojos como brasas
encendidas, y unas prominentes nalgas, duras y blancas como el mármol, es el
sueño de cualquier masoquista. Gordon estaba como en una nube, parecía flotar.
Le ordenó desnudarse. Tenía todo el cuerpo depilado, incluida la cabeza.
Mantiene un cuerpo bien tonificado a pesar de que ya no es joven.
A diferencia de otros
pervertidos, el sumiso no puede valerse por si mismo. Sus gustos no son
solitarios. Realizar sus fantasías requiere la intervención de alguien que sepa
interpretar sus silencios. Esto le convierte en un ser heterónomo. Un cordero
en busca de lobos. No quiere imponer su voluntad, sino prescindir de ella. Es
un ser en una continua búsqueda de otra forma de percepción, de tal modo, que
la más universal de las sensaciones, el dolor, no pueda sentirlo como tal.
Madame le mandó abrirse
las nalgas con ambas manos, para mostrar su ano. Gordon se puso en cuclillas y obedeció
inmediatamente, sin pensarlo un segundo. Era un ano grande, con algunas
protuberancias rosadas. Me recordó un puerto USB. El lugar ideal para descargar
un código que lo transforme en un ciborg, en un esclavo cibernético. Un
biopuerto en el que introducir mi pendrive cargado con
software en formato lefa, limpio de virus y actualizado. Madame no quiso darme
ese placer. Después de hacerle bailar y blandir el miembro, como el badajo de
una campana, en medio del salón, le obligó a ponerse de rodillas para que me
chupara el capullo. Lo hizo con una pasión desconocida y ansiosa. Madame se
apuntó a la mamada y entre los dos me dejaron la cosa como el cuerno de un
Unicornio. Madame me invitó a sentarme. Cuando vi el látigo en su mano
enguantada, supe que iba a disfrutar del espectáculo con mi falo a punto de llorar.
Gordon estaba muy perro y condenadamente excitado. Su cipote empezaba a gotear
un hilillo blancuzco que a Madame le resultaba desagradable. Una pinza en el prepucio,
cerró el baboso grifo. Con las manos apoyadas en el respaldo de una silla,
puso
su culo de manera que pudiera castigarlo con facilidad. Durante largo tiempo
estuvo azotándolo cada vez más fuerte. Primero con un gato de siete colas y
después con la fusta. En las nalgas empezaron a brotar unos verdugones
hinchados de un color rojo tostado. Entonces empezó a
temblar.
Los verdugones se
convierten en zonas erógenas. Es como tener un glande saliendo por cada poro de
la piel herida. La sexualidad humana no es una función derivada de la biología,
sino de la fantasía.
Madame hizo un gesto de
contrariedad, pero siguió zurrándole. En su espalda brillaban rayas con distintas
tonalidades de rojo. En ese momento me di cuenta que estaba llorando. Madame lo
abrazó y le susurró al oído algo que no pude escuchar. Luego lo miró con
reproche y le dijo que se sentara para observar cómo se reciben unos buenos
azotes. Se colocó en la misma postura que Gordon, se levantó la túnica, y dejó
al aire un culo espectacular. Yo saqué de su funda una fusta hípica de uso
exclusivo para ella y la azoté con un golpe fuerte y seco en cada lado. La
lengüeta de la fusta dejó marcado un triángulo rojo en cada nalga. Ni se
inmutó. Dejó caer la túnica con parsimonia, se recostó en el sofá, y sin dejar
de mirarle, bebió agua varias veces. Cuando Gordon se recuperó de la emoción, le
introdujo la cabeza en una capucha de cuero negro y le hizo posar así para mí.
Yo ya había cambiado la fusta por la cámara.
Madame descubrió el
arte de la dominación cuando, al explorar sus propios límites, se dio cuenta
que podía explorar los ajenos al mismo tiempo. La dominación del otro no es
para ella solamente un placer erótico, sino una intensa experiencia en la
gestión del deseo. Es lo suficientemente lista como para saber que la entrega de
la parte sumisa es sólo una herramienta, un medio para establecer complicidades.
Compartir sensaciones, aunque con unos tránsitos muy diferentes, es para ella
la esencia de este sofisticado juego.
Arrastró a Gordon hasta
el cuarto de baño, tirando de la cadena enganchada a su collar de perro. Cuando
yo entré, lo tenía tumbado dentro de la bañera orinándole
en la boca. Gordon se masturbaba. Madame dirigía su dorado chorro a presión con
certera habilidad, entreabriendo el coño con la mano izquierda y sujetando la
ropa con la otra. Estaba de pie, con una pierna a cada lado de la bañera. La contemplación de la escena me
excitó tanto que sentí la eyaculación inminente. Casi no me dio tiempo a sacar
la polla del pantalón de montar. Sobre la cara de Gordon, el esperma se mezcló
con la meada de Madame. Éste sacó la lengua y se relamió como un gato para no
desperdiciar ni una gota.
Fantástico relato, maravillosa la descripción, vivencias que hacen que el deseo aflore por todo el cuerpo. Al avanzar por las líneas, unose va metiendo más y más en la situación, deseando fervientemente ser Gordon.
ResponderEliminarGacias por este magnífico relato.
Gracias Antoine. Me alegro de que te haya gustado. Aunque introduzco algunas reflexiones personales en la narración, es una historia rigurosamente cierta. Sucedió tal cual, punto por punto. Espero que vuelvas por aquí.
ResponderEliminarUn saludo cordial,
MdZ
Deliciosamente atractiva la situación vivida, emocionante, lasciva, excitante ... deja muchas ganas de ser partícipe entregada ...
ResponderEliminarAk.Ak
Ak.Ak:
ResponderEliminarMadame y yo sabemos de tus ganas. Te estamos esperando.
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ResponderEliminarNota.- El comentario borrado, tiene un post en: >CONTENIDOS>Locales>SR. Por favor mirar ahí, antes de enviar información sobre webs o locales. Gracias.
La verdad es que, cuanto más leo estas vivencias, más perro me pone. Cuántos agradables momentos pasan por mi mente, qué maravilla de sensaciones, el sometimiento, el placer de la entrega... fantástico.
ResponderEliminarMe siento honrada de esa expectativa de entrega, y emocionada al sentir su realismo y sinceridad de ambos.
ResponderEliminarReleo el momento y tiemblan todos mis poros inmersa en el deseo, en la lujuria, en la entrega necesaria y necesitada ... arrastrada a sus pies.
Lo releo y me lleno de sensaciones y emociones. Cómo penetra en mi alma su sentir !! alma oscura y abierta a su poder y sensibilidad.
ResponderEliminarMe gusta releerlo de vez en vez. Las sensaciones me inundan. O me arrastran, como un tsunami. La nostalgia a veces es una buena medicina. O un veneno fantástico. Pero lo añoro tanto... determinadas vivencias son las que hacen sentirse vivo.
ResponderEliminarMarqués, gracias por tanta belleza en este sitio... y por todo.
antoine