domingo, 24 de julio de 2016

Un poco de historia

Anónimo
A principios del siglo XX, el sexo sofisticado y libertino en España, incluido el sadomasoquismo, sólo lo practicaban los aristócratas y los príncipes de la Iglesia, exactamente igual que en tiempos de Sade. Un buen ejemplo fue el rey Alfonso XIII, al que la escritora Mercedes Salisachs, de 93 años, califica como un auténtico enfermo sexual. Al final del franquismo, la sociedad seguía siendo bastante mojigata y este tipo de prácticas continuaba siendo coto privado de los poderosos a los que se habían sumado algunos altos mandos del régimen franquista, sobre todo militares y falangistas. El riesgo de acabar en la cárcel era grande de no contar con la debida protección política. Yo conocí algo de esto en mi adolescencia a través de criadas, chóferes y escoltas que lo comentaban con gran secretismo, entre divertidos y escandalizados. Con el fin de siglo las cosas fueron cambiando lentamente. Estas prácticas se fueron dando a conocer, a nivel popular, gracias a los que viajaban fuera del país, a los libros y a las películas como Historia de O. Eran tiempos heroicos donde sólo se podía contactar con particulares a través de anuncios por palabras y apartados de correos. El apartado de correos era el e-mail de la época, lento pero seguro. Para los más cómodos y más impulsivos existía (y existe)  la prostitución especializada. “Estricta gobernanta aplica masaje inglés en domicilio y hotel”, era el anuncio para entendidos más publicado por las Amas profesionales. El cambio de siglo trajo una gran revolución: internet. Con la red llegó la divulgación, la popularización y lo mejor; la posibilidad de realizar estas fantasías fácil y rápidamente. Por primera vez en la historia, la gente corriente podía acceder sin censura ni manipulación interesada a una información y una forma de conocer gente afín, que, hasta ese momento, estaba reservada a las élites y a los más atrevidos.

Si en el siglo pasado sólo una minoría entendía de qué iba el BDSM, en estos momentos hay una cantidad importante de expertos que dan todo tipo de consejos por la red. No dudo que, en gran parte, tienen buena intención y que sus opiniones sinceras sirven a la mayoría de los aficionados (yo incluido) a practicar el BDSM felizmente y con seguridad. Pero hay que señalar, como es lógico, que también hay información errónea y muy discutible. Lo mejor es contrastar lo que se lee con diversas fuentes y utilizar el sentido común. No es muy habitual, afortunadamente, pero también hay individuos que, de forma criminal, abusan y se aprovechan de gente ingenua,  poco o mal informada. En el mundo virtual, existe lo mismo que en el real: bueno y malo.

Por último, decir que la historia del BDSM, tal y como la conocemos hoy día, no es muy antigua. Robert Bienvenu, que es un reputado conocedor del tema, además de catedrático de sociología en la Universidad de Indiana, Estados Unidos, asienta el BDSM sobre tres pilares: el fetichismo europeo de finales de los años 20, el estadunidense de los años 30 y el movimiento leather de los años 50, que era homosexual, y que es de donde surge el BDSM tal y como lo conocemos hoy en día en nuestro país, con su estética y sus etiquetas: el SSC, la palabra de seguridad, el collar, los códigos, los rituales y los símbolos.

El modelo que predomina no ha cambiado prácticamente desde principios de los 90 y a mí me parece que ya va siendo hora de evolucionar y cambiar algunos conceptos.

Hay mucha gente intentando cambiar lo establecido con nuevas ideas, pero la propuesta que más me gusta es la de Angie Rueda Castillo, licenciada en Sociología por la Universidad Iberoamericana. Por la red circula un texto suyo con una nueva y sorprendente visión de las relaciones BDSM, que podéis leer aquí.

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