Grabado: Eko |
El primer jueves de septiembre, a las cuatro de la tarde, caminábamos por una senda rodeada de árboles de brillantes hojas verdes. Yo iba delante y Caverno unos pasos por detrás. Cada uno con una mochila negra. Llegamos a un recodo del camino donde había un árbol con una rama horizontal casi a ras del suelo. Se la mostré a Caverno que la miró sorprendido. No es fácil encontrar algo así. No tuve que decirle nada. Los dos sabíamos porque estábamos allí. Se desnudó completamente excepto las zapatillas. Tiene una piel sonrosada, sin pelos, como un cerdo. Y eso parecía, un cerdo en el matadero. Se sentó en la rama a horcajadas. La corteza era rugosa, con tonos verdes y marrones. Saqué de su mochila una cajita con clavos inoxidables y un martillo. Caverno suspiró y colocó los huevos sobre la corteza rugosa, estirando el escroto con una mano. Le puse un clavo en la otra mano para que fuese consciente de lo que se le venía encima. Sujetó el clavo con cuidado encima del escroto y yo le di un martillazo. El clavo entró hasta la mitad, taladrando la carne limpiamente. Me miró con cara de dolor y agradecimiento. Noté una fuerte presión en mi polla. Mi excitación sexual empezó más fuerte de lo que esperaba. Con decisión fui clavando nueve clavos más, el último en el centro del escroto. La visión de los huevos ensartados, como si fueran las alas de un murciélago, casi me hace eyacular. Su polla estaba siniestramente hermosa, desaforada en su elegancia, un poco punk, con la convicción de quien se sabe superviviente. El capullo, orgulloso, con un piercing Príncipe Alberto, estaba muy hinchado y en su punto exacto. Pedía a gritos ser pinchado como un globo. Saqué una ristra de agujas desechables y le clavé cinco en el glande. Potentes chorritos de sangre brillaban como cohetes en una fiesta de pueblo. Le metí mi polla en la boca pero la saqué rápidamente para poder correrme, sin remedio, sobre su capullo ensangrentado. La visión del glande pintado de un rojo sanguinolento en contraste con el blanco nacarado del semen, me pareció una obra de arte.
Impresionante relato y aún asi menos impresionante que las fotos que lo corroboran.
ResponderEliminarEsta es de esas veces que desearía ser hombre para tener esos atributos y poder disfrutar de ellos.
Chapó Señor Marqués.
Srluuuups
_nefer_
Ah...sorri...chapó por Caverno..tremendo dolor/placer...tiene toda mi admiración.
ResponderEliminarDecía Albert Camus: "si el mundo fuera claro, el arte no existiría". Tu creación refrenda las palabras de Camus.
ResponderEliminarTu obra de arte es como un bello acto de redención. El dolor, a menudo, nos reconcilia con nuestros abismos.
Un beso.
X
NeFeR: Es genial haber encontrado alguien con el que me complemento de maravilla.
ResponderEliminarMadame X: El único abismo que me hace caer es aquel del que puedo salir y aún así me da miedo.
Estupendo..disfrútelo...es tan fácil como difícil encontrar aquel con quien complementarse de maravilla.
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