La porra de policía

Fotografía: Marqués de Zas.

Hace tiempo que quería aumentar mi colección de instrumentos de azote con una porra reglamentaria de policía nacional. La encontré a muy buen precio en una web de objetos de colección. De cuero negro, original de los años setenta. Está en muy buen estado y conserva su tahalí, por lo que puedo llevarla colgada del cinturón. Se lo comenté a mi amiga Patty y, para mi sorpresa, me confesó que la porra policial le daba mucho morbo y que nunca la había probado. Vive bastante lejos, así que tardé en ir a visitarla. Cuando le dije que iba a verla, me recordó que no me olvidara la porra. Le sorprendió lo dura que es. Empezó a masturbarse el clítoris con un cepillo de dientes eléctrico mientras me ofrecía el culo. Entonces comencé a golpearle rítmicamente las nalgas con la porra paralela al suelo. Los suspiros aumentaron rápidamente de tono. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando se corrió eyaculando una gran cantidad de líquido sobre la cama. Volvió la cabeza hacia mí y me pidió que se la metiera. Eso me excitó mucho. Con un condón en la punta de la porra, se la fui metiendo lentamente. Gemía sin parar, insistiendo en que lo hiciera muy despacio. Estuve largos minutos metiendo y sacando la porra entre sus nalgas, con sus palabras soeces y sus jadeos de placer. A punto de correrme, saqué la porra y le metí la polla de golpe. Lo que salió por mi boca, lo debieron oír todos los vecinos. Lo que entró por su culo, no lo sabe nadie.