La
señora de la casa estaba sentada en el salón. Había encendido un habano marca Cohíba
y se dispuso a contemplar el espectáculo. El espectáculo éramos mi amiga Lorena
y yo, sentados en el sofá a un metro de ella. Nos desnudamos. La retorcí el
clítoris. La azoté las nalgas con mi cinturón. Me puse a cuatro patas para que
Lorena me lamiera como una perra por todo el cuerpo. Cuando la señora de la
casa me vio en esa posición se fue, dejándonos solos. Lorena continuó con un
sensual beso negro y acabamos con un orgasmo cada uno. Cuando nos marchábamos,
le pregunté a la señora de la casa porqué se había ido.
—Porque
no soporto verte las nalgas y no poder azotarlas —respondió con calma—,
mientras le daba otra calada a su Cohíba.
Imagen de autor desconocido
Imagen de autor desconocido
Es lo que tiene fumarse un Cohíba, que el pensamiento se vuelve turbio como las volutas azules del humo.
ResponderEliminarX
A lo que se une la irresistible tentación de una Dómina por azotar a un Sádico.
ResponderEliminarUn puro, el inconsciente y el deseo. Veo a Freud por todas partes.
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