martes, 5 de octubre de 2010

La cuadra

Foto: Marqués de Zas

A pesar de mi impecable dress code gótico, enseguida me percaté que no era el adecuado para el sitio en el que acababa de entrar (siempre, con permiso del portero). El Eagle es un bar cruising, y esa noche estaba dedicada al sadomasoquismo. El local lleno a rebosar. Miradas llenas de deseo. Estética gay leather: gorras de policía, botas militares, arneses de cuero, tatuajes y piercings a espuertas, algunos calvos con cuerpos de gimnasio y mucha barriga cervecera. Vamos, el lugar menos adecuado para la conversación y el relax. También pululaban algunos despistados con una pinta menos agresiva y más sofisticada. El color negro era el rey, aunque no vi ningún tipo de ese color. La edad media rondaba los cuarenta y había dos o tres que pasaban ampliamente la edad de jubilación. Uno de ellos, con barbita de monje budista, estaba haciendo un fisting anal a un peludo, despatarrao como un bebé, encima de la barra, mientras otros dos voluntarios esperaban con impaciencia su turno. Inclinados sobre un andamio, dos culos eran penetrados a la vez, por las dos manos de un jovencito muy trabajador. Los guantes de latex, decía un cartel, eran obligatorios y los condones gratis. Subiendo por la escalera del fondo, y antes de entrar en los lavabos de caballeros (lógicamente, se ahorran el de las señoras) entre unos biombos de hule, dos salvajes se masturbaban mutuamente de pie. Uno esninfaba cada tres minutos el aroma de un frasquito de cristal (supongo que popper), se lo ofrecía al otro continuamente, pero el otro no quería. No les vi eyacular, a pesar de que llevaban dándole a la zambomba bastante tiempo. El inglés era el idioma que más se oía. La mayoría del aforo era extranjero. La cerveza barata y el humo denso. Salí a la calle con la sensación de haber estado en una cuadra. Me miré las botas de montar. Cómo no había montado, estaban limpias.

2 comentarios:

  1. Perfectas tus dos últimas frases, referente a tus botas.
    Un abrazo

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  2. Con tanto potro suelto por ahí, me extraña que salieras con las botas tan limpias. Pero te entiendo. El fisting anal no es precisamente un espectáculo que me gustaría presenciar... casi me parece más una clase de anatomía forense con cadáveres vivos.

    De todos modos, hay que reconocer que la escena sadomaso gay es mucho más desinhibida y osada que la hetero, ¿verdad? Más libre, seguramente.

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